Introducción.
Los roles tradicionales de género han empezado a ser tema de conversación en los últimos años, acaparando cada vez más protagonismo y siendo cuestionados, pero en el desarrollo de la historia humana han sido claramente impuestos: los hombres dedicados a la guerra, a los estudios, al trabajo. Las mujeres en casa, siempre en casa. Cuidar de la familia, cuidar del hogar. Ni estudios, ni trabajo. ¿Y cómo conseguir la emancipación de estos roles preestablecidos cuando no se tienen medios para ello?
Se habla a menudo de violencia física, o psicológica al tratar el control ejercido sobre las mujeres, siendo crecientes aun así las definiciones de las violencias machistas de las que el género femenino es víctima. Este ensayo busca abordar la casuística de la violencia económica, pero derivarla a un segundo plano, convirtiéndose esta en una herramienta de perpetuación de los roles tradicionales de género. Para ello, las obras de Carcoma y El país de los otros se establecen como base de este análisis, permitiendo obtener una visión general de cómo la economía y la tradición patriarcal van de la mano.
Marco teórico y metodológico.
El género se presenta como un constructo social que toma como base las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. De ello, surgen ciertas asunciones que se han tomado históricamente como válidas y que la sociedad ha aceptado como si de una ley universal se tratara (Lorber 1994). Estos, llamados roles de género se presentan de forma diaria en las actividades que desarrollamos y se encuentran implícitos en la forma en la que nos comportamos y relacionamos.
Estos roles de género tradicionales han perpetuado la desigualdad entre hombres y mujeres, contribuyendo a la prevalencia de la violencia económica contra estas. La economía ha sido una herramienta poderosa para ejercer el control en las sociedades patriarcales como táctica de dominación y subyugación. Esta dependencia a la que se encuentran sometidas las víctimas suele presentarse dentro del círculo familiar, incluyendo las relaciones parentales, pero intensificándose en el ámbito conyugal.
Nuestro país se encuentra en una encrucijada actual para regular este tipo de violencia, y existen varias peticiones judiciales para solicitar la tipificación de “violencia económica” como un tipo de violencia de género (Juzgado 2021). Esta definición fue primeramente abordada en el convenio de Estambul de forma internacional, ratificado por España, y reconociendo la violencia económica como un tipo específico de violencia machista. Aun así, pese a las promesas del gobierno español, todavía no ha entrado a formar como parte de la legislación contra la violencia de género (Molina, 2023) y sigue en disputa.
Se plantea este tipo de violencia como una herramienta de poder al servicio de los roles de género tradicionales, obligando a la mujer a estar subyugada al poder de la figura masculina, con independencia de su relación, y provocando una aceptación de ese papel que tradicionalmente su género a acarreado.
Las obras a analizar, Carcoma y El país de los otros, presentan numerosos ejemplos que apoyan esta perspectiva con vivencias de sus protagonistas. Diferentes fragmentos son utilizados a continuación para poder comprender y desarrollar el tema central de este ensayo.
Análisis
El tratamiento de la violencia económica presenta diferentes perspectivas en las dos obras. En El país de los otros, Leila Slimani hace múltiples referencias al dominio económico, mostrando un personaje principal femenino completamente sometido al control económico, entre otros, de su pareja. El fragmento a continuación es un claro ejemplo de ello:
“El dinero se había convertido en un tema de continua discusión. Amín la acusaba de irresponsable y manirrota. Tenía que insistir, justificarse, incluso suplicar para que le diera el dinero del colegio, del coche, de la ropa de la niña o para peluquería. (…) <<Yo soy el que gana el dinero>>, le gritaba a veces. Le señalaba con el dedo los alimentos que había sobre la mesa y añadía <<Esto y esto y esto, todos eso lo pago yo con mi trabajo.>>”
La protagonista se encuentra sumisa, una posición que, como aclara más adelante en el texto, ha evolucionado: pasa de depender económicamente de su padre a su marido, situación de la que ya no tiene forma de salir.
“Se dio cuenta de su error demasiado tarde y ahora que tenía discernimiento y algo de valor ya le era imposible dar marcha atrás. Los niños eran sus raíces y estaba atada a esta tierra, a su pesar. Sin dinero, no tenía donde ir (..) Siempre que Amín le deslizaba un billete en la mano (..) se preguntaba si lo había merecido.”
La escritora coloca a la protagonista en una posición de atrapamiento y cuya dependencia es agravada con la maternidad, amplificando la situación de dependencia y cerrando la posibilidad de salida. Además, se observa como esta violencia está relacionada con la violencia psicológica que se va desarrollando a lo largo de la obra y que es sufrida por la protagonista, en el que su identidad y valor son puestas en duda y quedando de esa forma completamente dominada y sometida a la figura patriarcal. Madre, dependencia económica, sin estudios ni trabajo: Todo esto se presenta como ejemplo claro del rol de la mujer tradicional necesitada de una figura masculina.
Carcoma, sin embargo, muestra una idea similar pero expresada de diferentes. Esta obra abarca otros puntos de situación respecto a esta violencia: ya no es únicamente el marido o la pareja la que la ejerce: es el padre, la madre, la posición social:
“La María se había quedado cuidando a su madre porque su padre en la casa no valía ni para cocer patatas y sus hermanos se habían marchado a estudiar fuera y no habían vuelto.”
Este fragmento es un ejemplo del papel de la mujer como cuidadora, de la involucración familiar que se le obliga a adoptar y de cómo el género al nacer determina las oportunidades a las que se tiene acceso.
“También me hizo dejar la escuela. La maestra le dijo que yo valía pa´ eso y que podía estudiar en Cuenca, que las monjas tenían residencia y podía hablar con ellas para que le saliese barato por ser viuda, pero mi madre se negó.”
“Pensaba que se iba a poder marchar en cuanto fuera mayor, que se iría a estudiar a Madrid y ya no volvería. Pero al final se quedó. Adónde iba a ir. Quién le iba a pagar los estudios en la capital, eso solo lo hacen los señoritos. (..) A la gente como nosotras no la quieren en la capital pa estudiar, si acaso pa servir, pero de eso también tienen mucho.”
Esta obra se presenta como un claro ejemplo de cómo las mujeres pueden ser perpetuadoras de los roles de género, tan impuestos implícitamente desde el nacimiento. Además, la escala social ha sido determinante en el acceso a determinados derechos, como puede ser la educación, muchas veces predecesora de una libertad económica. Se puede intuir como, incluso aún situándose en una posición social más baja, se vuelve a colocar a la mujer en una posición de servidumbre: la problemática ya no es únicamente ser pobre, es ser pobre y ser mujer.
Con esto, se observa que es imposible disociar género o clase social en el análisis de esta problemática, siendo necesaria una visión que agrupe todos estos objetos de opresión. Surge así la denominada interseccionalidad, una herramienta que es capaz de reconocer las diferentes desigualdades que se crean a través de la superposición de diferentes factores sociales y que reconoce las ventajas y desventajas sufridas por una persona como una consecuencia de los elementos que conforman su identidad. Desde esta perspectiva, se limita el uso de la palabra “mujer” u “hombre” ya que abarcan mucho más que una categoría cerrada en el que las diferentes realidades no son expuestas (López, 2019).
En el caso que nos atañe, observamos como el papel de ambas protagonistas presentan un enfoque necesario de interseccionalidad para entender completamente la situación en la que se encuentran: Mathilde no es únicamente mujer; es mujer en un país musulmán en el que tradicionalmente la mujer ha sido subyugada al hombre, siendo incapaz de tomar una decisión sin la aprobación de su marido y donde la mujer no tiene espacio para desarrollarse de una forma contraria a la familiar. La nieta, en Carcoma, no es sólo mujer; es mujer y descendiente de una familia históricamente pobre en la que la realidad de las diferentes generaciones ha sido marcada por esa pobreza. Mathilde no es únicamente mujer; es madre. Es madre y a partir de ese momento todas sus decisiones están condicionadas a esa maternidad. La abuela, en Carcoma, no es solamente mujer. Es mujer en un pueblo pequeño de provincia, donde no se conocía más que lo que siempre hubo allí, de dónde nunca tuvo oportunidad de salir. Mathilde no es únicamente mujer; es pobre, pobre dentro de un país colonizado por otro país extranjero y a punto de levantarse contra este. La nieta, no es solamente mujer; es mujer con una presión impuesta, con un futuro escrito, con una situación familiar que han determinado todo lo que le ha sucedido. Y todo esto forma la realidad de Mathilde, y de la nieta, y de la abuela, donde viven una vida en la que se sienten presas y no ven forma de escapar de esos roles impuestos en sus propias vidas y que ellas no han sido capaces de elegir, aunque, de haberlo hecho, no se sabe con certeza qué hubiese sido diferente en una realidad que, desde una mirada interseccional, es y probablemente hubiese sido la creadora de esta situación.
Conclusiones
Como se ha desarrollado, la violencia económica se encuentra presente como una forma de control patriarcal, provocando un dominio de la figura masculina aspectos no sólo económicos, sino sociales o psicológicos, entre otros. La mujer se encuentra anulada y dependiente, siendo más sencillo caer en los roles de género asociados a su persona. Esto se termina intensificando con otros aspectos y sucesos que la mujer afronta, como la maternidad o la enfermedad de un ser querido. Se ejerce entonces un papel de cuidadora y defensora, lo que puede ser entendido como una aceptación del rol impuesto y muchas veces provoca una aceptación a este destino no elegido y que apaga cada vez más la idea de libertad económica y personal.
Por último, se recalca como esta imposición de género mediante la violencia económica llega a abordar y ser ejercida no solamente por el hombre como persona individual, sino por una sociedad patriarcal, dependiente de clases y en la que muchas veces la propia mujer las perpetúa, poniendo en evidencia cómo los roles de género son aprendidos, justificados, causa y consecuencia. Esto provoca que la situación quede determinada por un conjunto de situaciones, donde es necesaria una mirada interseccional que sea capaz de abordar las diferentes realidades, las diferentes causísticas que han provocado la opresión a la que diferentes mujeres (y, por lo tanto, personas) han sido y son víctimas. Sólo a partir de esta perspectiva se es capaz de analizar la situación de desventaja, o ventaja, y por lo tanto, tomar las decisiones oportunas para mejorar la situación de las mujeres y el control económico ejercido por ellas.
Bibliografía
Lorber, J. “Paradoxes of gender.” Yale University Press. New Haven, Estados Unidos, 1994.
López, Clara “Interseccionalidad: la discriminación múltiple desde una perspectiva de género” Revista Crítica, 2019. Interseccionalidad-8928082.pdf
Martínez, Layla. Carcoma. Málaga: Amor de madre, 2021.
Molina Gallardo, V. Violencia económica contra la mujer: generalizada, invisible y sin una respuesta eficaz. Agencia EFE. https://efe.com/espana/2023-09-11/violencia-economica-mujer-machismo/, 2023
Slimani, Leila. El país de los otros. Madrid: Cabaret Voltaire, 2023.
Un juzgado Penal de Mataró solicita tipificar la “violencia económica” como modalidad de violencia de género. Poder Judicial España. 2021 https://www.poderjudicial.es/cgpj/es/Poder-Judicial/Noticias-Judiciales/Un-juzgado-Penal-de-Mataro-solicita-tipificar-la–violencia-economica–como-modalidad-de-violencia-de-genero
Debatecontribution 0en El control económico sobre las mujeres como medio de perpetuación de los roles tradicionales de género.
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